Para empezar una reseña de una obra de Lars Svendsen
Esta es (¿verdad que sí?) la mejor época para enfrascarse en un delicioso ensayo llegado desde la fría Noruega, uno de esos países que, de tan avanzados, ofrecen una vida plena de posibilidades de tedio a sus habitantes. El tedio, más que un sinónimo de aburrimiento, y sin contar con la buena prensa de la melancolía, determina rotundamente nuestra época; constituye una de las afecciones privativas del ser contemporáneo y caracteriza a la cultura nacida a partir del Romanticismo. Eso intenta demostrarnos Lars Svendsen en este libro, que recoge y analiza de forma exhaustiva la tradición filosófica y la mucha literatura que el tedio ha suscitado. Cómo la desaparición de la colchoneta de la espiritualidad que nos sustentaba abocó a los románticos a centrarse en su individualidad, y cómo esa individualidad se reveló incapaz de darse sentido a sí misma; la creación incesante de necesidades artificiales y la satisfacción sin pausa de esas necesidades; la nada que nos erosiona la sensibilidad (a decir de Cioran) o la nada sin cualidad alguna (en el Bernardo Soares de Pessoa), el tedio es el maligno fundador de nuestra forma de entender el mundo y de algunos de los mitos más importantes de la contemporaneidad. Desde Thomas Mann a Andy Warhol, desde Beckett a Bret Easton Ellis, pasando por Kierkegaard y Handke, y hasta la objetivación del vacío que expresó Ballard en ‘Crash’. Cuando, entre polvorón y polvorón, los bordes del mundo se te difuminen, harás bien en acordarte de este libro.
Lars Svendsen
Aveces llega sin avisar, otras lo ves venir, pero es un ocupa en toda regla, se instala sin permiso y puede no resultar fácil echarlo, y lo peor es vivir todo el día con el, desde que te levantas hasta que te acuestas pareces un autómata que tiene todo signo de acción u emoción programado, sin sentimiento alguno de por medio, solo queda esperar es que solo este de paso y no se quede a vivir, y que sea todo producto del verano que nos ha tocado vivir si bien como dice la canción
Nuestro paso siempre
es más corto que el camino,
es como un blues,
sucesión de dolor, alegría y tedio.
Es al revés - Virus
y si bien no es un consuelo es una forma de dejar de pensar en esa ventana al infinito que resulta el tedio